Las Arribes del Duero o acantilados tierra adentro

Las Arribes en su parte salmantina, los Arribes en su parte zamorana y Las Arribas en su parte portuguesa: diversas denominaciones para referirse a un ecosistema de gran valor y riqueza natural, tanto en cuanto a su paisaje como a su fauna.

Esta bella zona se reparte entre las provincias de Salamanca y Zamora, en España, y los distritos de Braganza y Guarda, en Portugal. Y, aunque el Parque Natural se denomina de las Arribes del Duero (o del Duero Internacional, en su vertiente portuguesa), realmente hay arribes del Duero, del Águeda, del Ucés, del Esla, del Huebra y del Tormes.

Arribes viene a significar «orilla», las orillas de estos ríos que forman vertiginosos cañones y espectaculares gargantas que sirven de refugio a una larga lista de especies animales y vegetales.

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A nivel paisajístico, destaca la variedad y el contraste. Por un lado, propio de las llanuras castellanas, se pueden ver los campos de cereal y encinas; mientras que los cortados que se adentran en las Arribes están dispuestos en escalones que forman cultivos de naranjas, olivos, vides y almendras, un paisaje totalmente mediterráneo. Esto se debe a que los cañones que pueden llegar a ser de varios centenares de metros de bajada (unido a la continuación del mismo debajo del agua) hacen que la temperatura baje varios grados según nos acercamos al agua, dando lugar a unas condiciones de humedad y calor más propios del Mediterráneo que permiten el cultivo de estas especies.

Ambas orillas han sido ampliamente explotadas por los dos países tanto para los cultivos como para leña, a pesar de lo inaccesible, por lo que tenían que usar animales y no maquinaria. Como toda zona fronteriza, además, es famosa por el contrabando y las astucias de los contrabandistas para sortear la vigilancia de los guardias.

Una de las principales atracciones para realizar en esta zona es un crucero o ruta por el Duero. Hay varias compañías, repartidas por el cauce, pero nosotros nos decidimos por, quizás, la más conocida, y, según nos dijeron, la que hacía la ruta más bonita. El Corazón de las Arribes sale todos el año en un catamarán todo acristalado con capacidad para 100 personas. Dura una hora y media e incluye una guía que, personalmente, me pareció buenísima porque lo contaba todo muy claramente, con humor, pero dando mucho detalle y concisión. Realmente recomendable. Se puede hacer la reserva online.

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Este barco sale de Playa del Rostro, en Corporario, cerca de Aldeadávila de la Ribera. Para llegar a esta playa tienes que ir hasta Corporario y ahí coger el desvio que pone «playa del Rostro» y «Crucero», e ir bajando todo el cañón por una carretera ondulante y empinada. Aquí te das verdadera cuenta de las dimensiones de las Arribes, ya que se baja durante un rato.

La excursión llega hasta la Presa de Aldeadávila, por lo que en total son 22 k entre la ida y la vuelta. Es curioso porque el rio hace de frontera natural entre los dos países, por lo que un lado del rio es España y el otro Portugal, y también se ve la diferencia entre la solana y la umbría de la arribe, que se nota especialmente en la vegetación, pero también en las zonas de nidificación de las aves rapaces que son muy abundantes. Vimos varios nidos de águilas con sus polluelos, un ejemplar de la huidiza cigüena negra y muchísimos buitres, ya que en un peñón del lado español había una buitrera, muy frecuentes por esta zona.

La riqueza ornitológica de las Arribes es otro de sus principales atractivos. No solo cerca de los ríos, sino también en las dehesas se pueden avistar un gran variedad de aves rapaces. Es complicado ir en el coche y no fijarte en la majestuosidad de las águilas o ver los buitres volando en círculos, usando las corrientes de aire caliente.

No lejos de Aldeadávila nos encontramos con el increíble Pozo de los Humos, una cascada de 50 metros de altura ubicada en el curso del rio Uces, que se puede admirar desde los pueblos de Masueco y Pereña. Desde Masueco se llega a lo alto de la cascada, además de ver toda la caída se puede escuchar el estruendo del agua cayendo. Para ir por este lado, hay que dejar el coche en un parking y andar un buen trozo por un terreno un poco escarpado. Si queremos trotar menos, podemos ir desde Pereña, donde dejamos el coche en otro parking y se andan escasos 10 minutos hasta un mirador donde se ve la cascada de frente, admirando toda la cola. La vista es preciosa, pero da un poco de miedito porque no hay ningún elemento de seguridad y el canón es bastante alto.

Otro bonito paseo nos lleva hasta el Mirador del Fraile, al que se llega desde Aldeadávila. Este mirador se situa justo encima de la presa, donde se puede admirar toda su grandeza y el desnivel impresionante de la Arribe. Como está en frente del Peñón de Felipe, donde hay una buitrera, el paso de aves es constante y es ideal para avistarlas.

Una pequeña excursión muy recomendable es la del Castro de las Merchanas, en Lumbrales. Desde esta localidad, se coge dirección Bermellar y a unos 4 km sale un desvío a la derecha bien señalizado. Seguir con el coche hasta el pequeño aparcamiento y desde ahi parte una senda que actúa como un paseo museizado. El castro vetón, del siglo II a.c. y habitado hasta el siglo V d.C, muestra muy claramente la muralla exterior. Por el camino se ven varias estelas vetonas y también un molino justo al lado de un bonito río.

Para visitar algún pueblo recomiendo San Felices de los Gallegos, en la misma frontera. No en vano perteneció a Portugal durante un breve periodo de tiempo. En su plaza mayor, destaca la iglesia del siglo XVI.

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Lo más bonito es el Castillo, del siglo XIII y XIV, que alberga actualmente un centro de interpretación de las fortalezas de frontera. Está muy bien la Torre del Homenaje, rehabilitada en 1990, y algunas murallas y almenas.

En el interior se encuentra una recreacion del castillo, la historia del pueblo y también de las fortalezas de frontera.

Las vistas del pueblo y de la vega desde el castillo son preciosas.

Este pueblo, declarado conjunto histórico-artístico, guarda pequeños grandes tesoros como esta pequeña ermita.

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O las Torre de las Campanas en la plaza del Grano, espadaña de una antigua iglesia.

Junto con la entrada al Castillo se puede comprar una entrada conjunta al Museo del Aceite Lagar del Mudo, un pequeño museo, galardonado con la Medalla Europa Nostra por su cuidada rehabilitación. Se trata de un antiguo lagar del siglo XVIII, que fue abandonado sobre los años 50 del anterior siglo. Los nuevos dueños decidieron rehabilitarlo y abrirlo como museo. La exposición es muy completa y didáctica.

De vuelta a Madrid realizamos una pequeña visita a Salamanca, dando un largo paseo por su rúa mayor hasta llegar a la Casa de las Conchas, junto a la Clerecía.

También estuvimos un rato en la portada de la Universidad, en la Plaza de las Escuelas Menores, buscando la rana, que lograron encontrar con un poco de ayuda.

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En la precios Plaza Mayor se puede hacer una parada de avituallamiento en algunas de sus agradables terrazas,. Recomiendo ir a tomar los deliciosos y elaborados pinchos de Bar Cervantes, en una de las esquinas de la plaza (la más cercana a la rúa Mayor). Justo detrás de la Plaza, en ese lado, se encuentra el Mercado, donde se puede comprar el riquísimo embutido de la zona. Lo venden envasado al vacío, loncheado, en la charcutería Rivas.

Tambien nos acercamos a la zonas de las Catedrales, la Vieja y Nueva, donde se puede uno entretener un rato buscando un astronáuta. Se pueden visitar a las torres de la Catedral en la exposiciñon llamada Ieronimus. El acceso es por una de las torres de la Catedral Vieja.

En la monumental Plaza de Anaya habia una exposición al aire libre Henry Moore.

Espero os guste y os sea útil esta entrada para poder planificar vuestra excursión a este paraíso que son las Arribes.

Termalismo con niños: nuestra visita al Hotel Balneario Sicilia

Siendo una gran aficionada a los Spas y al termalismo, no podía dejar pasar más tiempo antes de introducir a mis hijos en este saludable hábito.

Buscando balnearios que tuvieran servicios para niños por la zona del Monasterio de Piedra, ya que quería conocerlo también, me encontré con el Hotel Balneario Sicilia, que está muy bien organizado y pensado para familias de todo tipo, y, sobre todo, con niños.

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Se encuentra en la localidad zaragozana de Jaraba,a  125 km de Zaragoza y 200 Km de Madrid, lo que lo hace una escapada perfecta. El hotel, bastante grande, con unas 100 habitaciones, está encajado entre el rio Mesa y una pared de roca, que le aporta un toque muy característico, sobre todo en la parte termal.

Las habitaciones eran cómodas y muy amplias, con una terracita, desde donde se veía el frondoso bosque que rodea todo el complejo, y la cama supletoria era una cama «de verdad». El baño estaba muy bien equipado, con bañera y ducha por separado. y tenía todo lo necesario como productos de cortesía.

Tiene animación para niños, ludoteca, gratuita, y varias actividades, como cine para niños por la tarde y para los adultos, por la noche, así como disco infantil y baile.

También hay piscina de verano y pistas deportivas, que estaban al otro lado de la carretera. Se podían alquilar bicicletas gratuitamente y tenian wifi libre en todo el hotel. Se pueden pasar unos cuantos días de relax sin aburrirse.

El parking era muy amplio, aunque era de tierra y no todos podíamos aparcar bajo sombra (al coger el coche estaba que echaba humo).

El comedor tenía unas bonitas vistas también al bosque y para comida y cena se hacía como menú, y el desayuno era de buffet, quizás un poco corto para un hotel de 4 estrellas, pero correcto. Como no estuvimos mucho tiempo tampoco nos aburriemos de no tener mucha variedad.

Lo más característico de este hotel es, por supuesto, su área termal. La llamada «cueva termal» es su piscina principal, pero pegada a una pared inclinada de roca, lo que le daba ese aspecto de cueva. Tiene acceso directo al exterior por un pequeño tunel. En la piscina había varios sitios con «chorritos» y cascadas y un jacuzzi. El agua estaba calentita pero sin estar tan caliente como en otros sitios que hace que a la media hora tengas la tensión por los suelos. Se tiene acceso ilimitado por la mañana y te asignan una hora por la tarde. A los niños no había quien los sacara de ahí.

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Aparte de tener acceso a la piscina, lo que más me gustó de este balneario para niños es que tienen tratamientos específicos para ellos. Además de masajes infantiles (los haces con el padre/madre delante para explicar técnicas y que puedas hacerles tu  en casa) y tratamientos para dolencias respiratorias (bajo supervisión médica), la «estrella» es su circuito llamado Jardin Termal, adaptado a niños. Mis hijos lo hicieron antes que yo y me contaban cosas como «se escuchaba música debajo del agua», «me tiraron un cubo de agua helad encima», «pasabas por agua fría y caliente», «la sala de los espejos», etc, pero hasta que no lo hice yo no pude entender claramente a lo que se referían.

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En primer lugar, explicar que se llama Jardín Termal porque todas las salas son abiertas al exterior con grandes ventanales, hacía la zona de la pared de roca, con diferentes paisajes para disfrutar no solo con el cuerpo sino con la vista. Se entra por grupos de 5-6 personas y te van guiando los profesionales que te van explicando cada paso.

Se empieza con unos canales de agua fría y caliente, con pediluvios, para activar la circulación de las piernas. Luego se pasa a la piscina de relajación, que fue realmente una gozada. Te pones unos «churros» de piscina bajo el cuello y en las piernas y te dejas flotar cual champiñón en un bol de agua. Lo especial era que debajo del agua se oía una música relajante que no se escuchaba fuera del agua. Fue una experiencia realmente relajante que solo había disfrutado antes en las cámaras de relajación donde estás tu solo. Después llega el turno de la sauna seca, con una vista preciosa a un campo de lavanda escalonado en la roca. Al salir de la sauna puedes ducharte o echarte el famoso cubo de agua helada por encima y ya sales como nuevo.

En el paso siguiente, te llevan a la piscina de tonificación, donde te tumbas en unas tumbonas de obra corridas encima de unos potentes chorros que te dan una paliza en la espalda. Lo curioso es que los chorros iban cambiando, alternándose, y no daba todo el rato en el mismo sitio. Esta es la sala de los espejos en el techo que contaban mis hijos, ya que tiene unas placas metálicas colgadas del techo, donde te veías reflejado aunque también bastante deformado. La pared acristalada da a un precioso patio con bambús.

Seguido se pasa a la terma húmeda, con una pared toda de roca, y con plantas aromáticas de la zona, tomillo y lavanda, puestas directamente encima de la fuente de calor por lo que la aromaterapia era totalmente natural. Salí de ahi acalorada pero con las vías respiratorias perfectamente despejadas.

Y se acaba con el baño japonés, donde simplemente te metías y descansabas, pero duró muy poquito esta parte ya que nos estaban esperando con un zumo al final.

Y esto es lo mismo que hacen los niños pero adaptado para ellos en cuanto a temperaturas y tiempos. Mis hijos salieron encantados y ya se han hecho fans indiscutibles del termalismo.

El centro tiene muchos otros tratamientos y técnicas, yo disfruté de un masaje antiestres con aceites, muy agradable y placentero.

Y por lo demás, la zona tiene muchas posibilidades, el bosque del mismo balneario, o hacer una ruta de 7 km por las hoces del Mesa, o visitar el nacimiento del rio Piedra en los Ojos de Cimballa. Y como no, el famoso Monasterio de Piedra, al que dedico otra entrada.

Espero os animeis a iniciar a vuestros hijos en el termalismo, que todos necesitamos relajarnos.

Monasterio de Piedra o el canto del agua

Una excursión muy recomendable a sólo dos horas de Madrid es el maravillo Monasterio de Piedra y su precioso parque natural, en la provincia de Zaragoza, en concreto en el municipio de Nuévalos.

Se puede ir hacer una excursión de un día o pasar algunos más por la zona alojándose en algunos de los Balnearios de Aragón, como el Hotel Balneario Sicilia.

Las entradas se pueden comprar por Internet y además de ahorrarte un 10%, no tienes que hacer la cola allí. Hay un parking gratuito de tierra bien grande.

Antes de entrar al parque en sí, hay dos restaurantes, uno más serio y otro con platos combinados y menú. También hay un merendero por si prefieres llevar tu propia comida, un parque infantil bastante chulo, y una tienda de souvenirs.

Una vez pasado el torno de entrada tienes la oportunidad de hacerte las típicas fotos de grupo y también con un buho enorme que encantó a mis hijos, y así de sonrientes salieron en las fotos.

Después de andar unos minutos siguiendo las flechas azules, llegas a la primera maravilla: una cascada llamada el Baño de Diana, y justo detrás se ve la cascada Caprichosa.

Unos pasos más adelante, nos encontramos con el Lago de los Patos (aunque no vimos ninguno) y justo en frente la cascada de la Trinidad.

Luego empieza una subida que pasa justo encima de la cascada Caprichosa, hasta los Vadillos, una zona con varios pequeños saltos de agua, formados por la acción del agua sobre la piedra caliza.

Y llegamos a los Fresnos, más cascadas en varios escalones.

Bajando unos escalones, desembocamos en la cascada Iris, junto al rio Piedra, que da comienzo a una de las partes más divertidas de la visita.

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A través de la gruta Iris se accede a la cascada Cola de Caballo, la más alta del parque (más de 50 metros) y espectacular. Se ve desde un lateral, y luego se llega a una cueva donde chorrea agua del techo (llevar impermeable en época menos veraniega), y donde se ve la cascada justo desde detrás. Luego a través de otra gruta se llega al exterior.

El parque está lleno de grutas, ya que la piedra caliza se moldea fácilmente con el efecto del agua.

A la salida de la gruta debajo de la cascada Cola de Caballo, se puede seguir la ruta hacia la derecha o parar un rato en el merendero, donde hay bocacillos, bebidas y helados, un parque infantil y un área de cesped para descansar los cansados pies.

A la derecha, como he comentado, se sigue la visita, hacia el centro de piscicultura, el primero en España, donde se veían buenos ejemplares de peces de la zona, pargos, truchas, etc. Aunque antes se ve una majestuosa vista completa de la cascada Cola de Caballo.

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Más adelante se llega al tranquilo y exhuberante Lago del Espejo.

Y a los Chorreaderos, donde parecía que la montaña estaba agujereada como un queso gruyere.

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Luego se vuelve tranquilamente por el bosque a la zona de la entrada.

Varias veces al día, dependiendo de la temporada, hay una exhibición de aves rapaces, tanto autóctonas como de otras zonas, y fue muy interesante, aunque en verano es aconsejable evitar sentarse al sol porque era horrible como pegaba. Dura media hora la exhibición.

Antes o después de la visita al parque se puede visitar el Monasterio también. Como explicación breve de su historia, fue fundado en el siglo XII por unos monjes provenientes del Monasterio de Poblet, y estaba consagrado a Santa María la Blanca. En las desamortización de Mendizábal, en el siglo XIX, pasó a manos privadas. Los dueños usaron convirtieron el monasterio en un hotel spa, y las huertas en jardines.

El claustro es especialmente bello.

Aunque me cautivó más la iglesia anexa, en ruinas.

El Monasterio incluye también un museo del vino, con aperos de labranza, y dedicado a la D.O. de Calatayud, y un museo del chocolate, ya que dicen que en las cocinas de este monasterio es donde se cocinó por primera vez el cacao en Europa.

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En definitiva, una visita sencilla, cercana y espectacular.

Cataplana (cazuela portuguesa) de pescado

Tengo que reconocer que los guisos de pescado y éste, en concreto, son mi perdición. Lo conocí en un viaje al Algarve, de dónde es típico, y su nombre «Cataplana» viene del recipiente donde se cocina. Tradicionalmente era una cazuela, tipo paila, de cobre, pero ahora que no está permitido este material se hace de otros metales, como cualquier otra cazuela.

Lo importante, no obstante, de esta receta son los maravillosos y simples ingredientes. A mi me parece que este guiso resucita a un muerto y ese fue el efecto que tuvo en mi, ya que estaba un poco pocha y cuando lo comí me sentí inmediatamente genial 😉

Necesitas:

  • Un kilo de patatas
  • Unos 800 gramos de bacalao fresco en lomos (también se puede usar rape o cualquier otro pescado blanco con cierto grosor, porque si no se deshace)
  • 2 cebollas
  • Medio kilo de tomates maduros pero firmes
  • 1 litro de caldo de pescado
  • Un ramito de cilantro y perejil
  • Aceite, sal y pimienta

Lo primero es pelar la cebolla y cortarla en juliana no demasiado fina. Los tomates se cortan en rodajas. En una cazuela (yo uso un wok porque es lo más parecido en forma a la tradicional cataplana) echar un fondo de aceite y sofreir la cebolla. Cuando vaya cogiendo color, echar los tomates en rodajas y seguir sofriendo.

Mientras tanto, pelar las patatas y cortarlas en rodajas de medio centímetro de grosor. Cuando el tomate esté «mareado», se haya sofrito un poco pero siga mantiendo su forma, echar las patatas y rehogarlas un poco. Añadir sal y pimienta a todo el conjunto y añadir el caldo.

Si hemos comprado un bacalao entero, el caldo es muy fácil de hacer, ya que solo tienes que coger las espinas y al cabeza y cocerlas en agua con un poco de sal y un manojo de perejil (si tienes partes verdes de puerros o cebolletas también puedes echarlos para que de más sabor). Las espinas no deben cocer por más de 40 minutos porque se vuelven tóxicas. Lo ideal es cocerlo por unos 20-25 minutos. Luego se cuela y ya se puede usar.

Si solo has comprado el pescado limpio, puedes usar caldo que hayas hecho anteriormente (se puede congelar de otra vez que hayas hecho para otros platos) o incluso caldo preparado.

Dejamos cocer hasta que las patatas estén casi listas (las pinchas con un tenedor y se pinchan fácilmente pero no se rompen del todo). En ese momento añadimos el pescado en trozos grandes y el perejil y el cilantro picaditos.

Se deja cocer un par de minutos, se apaga el fuego, se tapa y con el calor residual se terminará de hacer, ya que el pescado blanco se hace en muy poco tiempo.

Una delicia… ¡Espero que la disfruteis!

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